miércoles, 28 de julio de 2010

ILUSIÓN DE CAPULLO

Más que estupefacta.
Sorprendida de mi capacidad de sorpresa.
Harta de la elástica y dormida paciencia de ese gigante y anónimo montón de gente.
Preguntándome con miedo a escuchar una fatídica respuesta.
Inevitablemente esperanzada de que este sea el límite al cual tenemos que llegar para tomar envión, saltar, cambiar y aprender, para siempre nunca jamás repetir.
Ama y señora de una auténtica percepción de que por mi cara corren brisas rescatistas.

¿Quiénes son? ¿Quiénes somos? ¿Qué tenemos en común? ¿Quiero ser tratada como un prototipo? ¿Quién puede sentirse con el poder de prever mis reacciones? ¿Quién diseña el abanico de mis opciones? ¿Puedo hacerlo yo con los demás? ¿Qué buscan cuando sintonizan todos lo mismo, al mismo tiempo? ¿Son impulsos? ¿Son firmes convicciones?

Me duele toparme ciertos días con un ejército de presas, enredadas en la trampa de sus reflejos y no ensimismados en reflexiones. Envueltos por una rapidez de respuesta sin argumentos para explicar los resultados.

Quizás ni hace falta. O quizás es más que necesario. Solo espero llegar a ver esas redes rotas o vacías; cómo todos de pronto se detuvieron, frenaron, se sintieron capaces de decidir qué esperan recibir a cambio. Ser testigo de elecciones, libres del temor a la improvisada fiscalía, sin tragarnos el cuento de que somos lo que nos inducen a ser o no seremos nada.

Agradezco estos tiempos de incipiente apertura de criterios. De clara consciencia de que en lo que preferimos y proclamamos subyace nuestra identidad. Que lo que nos identifica no construye seres supremos o defectuosos sino heterogéneos, asimétricos y amplios.

Me regodeo en esta fracción de presente en la que existo, que es cauce para futuros novatos y reconfortantes historias de porvenir.

Sucede que los días que ahora se deslizan me inculcan soberbias ganas de multiplicarme, gestar, reafirmar mis convicciones. Ya no temo convertirme en madre porque no me espanta el horizonte que puedo ofrecer. Hace tiempo no me detiene la posibilidad de la frustración, porque vi que lo diseminado brotó lleno de vida.

Redoblo la apuesta. Reimprimo la esperanza. Me apropio de sueños fecundos. Me aferro cada día un poco más a esta vida.

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