miércoles, 9 de octubre de 2013

TEXTUAL


Anoche lloró hecha un bollo en un colchón. A veces le pasa. Tremendo follón.

Mientras se hundía en los resortes y las sábanas empapadas, en un viaje psicodélico de incertidumbre mal dosificada, se le cuajó un poco la vida. Otra vez.

Los sollozos mudos fueron un canto ritual, clamando por todos los soldados del desconsuelo: demonios, fantasmas blancos de amigos que fugaron, certezas, barro, rigor, y el abrazo en el oído del que siempre la encuentra para recordarle que no está sola.
El cliché de la tormenta que escampa la devuelve a la conmemoración de sus muchos muertos y de sus ningunos hijos, y adornando sus jirones se mete en la ruedita como un hámster sordo.

Lascivia y hastío. Flema y chucherías. Arcada y leche dulce. De ninguno de ellos podrá escapar jamás.

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