lunes, 16 de agosto de 2010

HADO

Debemos aprovechar esos días que amanecemos transformados en tréboles de cuatro hojas. Ciertas mañanas, o días consecutivos, donde nuestros astros, satélites y asteroides forman una perfecta línea que termina en flecha; una flecha que nos indica que ese día, pisemos donde pisemos, va a ser terreno seguro. Si no lo es, no importa, porque esas ocasiones de pura fortuna y casualidad se acompañan también con un buen trago de autodeterminación y manejo equilibrado de la frustración. Somos por un instante como infalibles amuletos, destellos de pseudofelicidad, quizás más ego que confianza. Suspendidos en el aire pero sin amortiguación para la caída.

Pero hay otro estado, más constante, menos inestable. Uno que más depende del concepto que de nosotros mismos tenemos que de esos hechos que salpican la vida sin preaviso. Un estado que debemos conservar mucho más que aprovechar.

Se trata de cuando conseguimos establecer el método para calcular sanamente las probabilidades. Eso que nos lleva de inconformistas a conformes, que ve sin rencores los tesoros que acopiamos, que cree sin caretas que estamos siendo lo mejor que podemos ser en ese momento, que alguna vez seremos otros pero que precipitarnos traería efectos desafortunados... Una vez conscientes de esa intersección nos transformamos en las personas más afortunadas del mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

acuerdo totalmente!!!
La Negra

Anónimo dijo...

Es un pensamiento que aplico en mi vida, poco a poco pero seguros, muy positivos y haciendo el bien, para atraer la luz y brillar. MariaM