martes, 10 de agosto de 2010

BATALLAS SUCESIVAS

Borde de espuma, vértigo
Cresta de sal, augurio
Cenit de revelación, conjetura
Hueco de exuberancia, inminencia
Visión de estampido, futuro

No soy ola de aguas tibias.

Un negro río me lleva de aquí para allá, de helados afluentes hacia ardientes confluencias. Me sorprende el desvío y mi sangre como mercurio, se abarrota y se reduce, se desgarra y cicatriza, se ofusca y se desviste.

Atenta a la tutela de la ruta me desplazo, me deslizo, surco, atravieso, lidio y alterco. Doblada sin doblegarme, erguida con fuerte memoria, confío en la fluctuación de mis aguas como el camino a la nueva que soy cada vez y no a la que dejé o debería dejar de ser. Pienso más en aquello en lo que me voy transformando que en lo que soy aquí, ahora, en este preciso segundo de aliento.

Debemos ser curso y no instante. Más cabalgata que rienda. Más pendulares que súbitos detenimientos. No en vano tenemos como motor al tiempo, ese imperceptible ritmo sin estadística, cálculo ni especulación. Ese que más se precipita al movimiento cuanto más creemos que obstruirnos es la clave de la transformación.

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