Convertirse en la propia nube, ser la propia lluvia y la propia inundación.
Sumergirse y ahogarse.
No trascender por elección.
Todo esto a cambio de un efímero instante de falsa y verde vida. De días más cortos que esa persistencia en la indefinición.
Porque estancarse en la puerta de la bifurcación nos lleva a ser aplastados por una horda de convicciones ajenas.
No todas las oportunidades son trenes de un solo viaje.
Algunas son túneles por el que podemos pasar sin ocasión para retroceder.
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