MÁS QUE UNO, MÁS QUE DOS

Me tuerzo, me enrosco, me desdoblo, me duplico.
¿Quién soy si no puedo ser una sola?
Me veo múltiple y no puedo elegir.

Hay momentos en los que camino por la calle y es como si me deslizara por el aire. Una especie de Mesías del subdesarrollo, mirando a todos desde afuera y por sobre todas las cosas hereje.
Un ángel caído, una protagonista sin identidad, una luz de neón en un callejón de medio pelo.
Me siento chiquita pero nadie lo ve.

Otras veces bailo, por dentro y por fuera. Tengo pollera de tul y resortes en los pies. Digna bufona. Hada entre brujos. Sonrío y me gano sonrisas. Canto, me encantan, encanto.
Soy grande solo por sentirlo y el mundo no me puede evitar.

Quizás también se me va el sol y me dan escalofríos y me interno por un minuto en el bosque de lo pasado que no me ayuda a ser.
Camino por una sombra algo pestilente, no me gusta ese lugar.
Es ahí cuando nadie me ve porque me oscurecí.

Un día me visto de princesa encerrada en la torre, juego a que me rescaten y vivo en la indefensión.
Otro día me levanto enorme, salgo corriendo, salto sin usar el puente y le peleo al maldito dragón.

Amor-vida, orate, pasión, llorar. Salto, detenerse, renacimiento, redención.

Aparezco y desaparezco. Una intermitencia de ser. Un guiño. Una inevitable forma de habitarme.
¿Quién soy si no puedo ser una sola?

La que se interna en el bosque para de un grito elevarse hasta la luz (y más luego volver un rato al bosque en paz, porque un payaso camina con ella).

La rara, la tierna, la difícil, la risueña.
La que en este, mi/tu/nuestro carnaval, puede ser por fin la reina de la carroza.