EL FIERRO CALIENTE DE LA IRRACIONALIDAD

"(...) ¿Cómo pueden hablar de soberbia quienes creen que porque salen una noche con su olla de acero inoxidable se constituyen sin más en “el pueblo”? ¿Cómo pueden hablar de soberbia quienes desprecian la organización de cualquier tipo y se jactan de su espontaneidad como si fuera un valor despertarse un día y poner los metales a chillar mientras el resto del tiempo están bien guardados en sus casas y no ven al prójimo más que para dar limosna? (...)"

(Marta Dillon)

A-M-É-N

Y yo me callo, y callo mi cabeza (o por lo menos le bajo el volumen). Guardo un rato mis náuseas (que no son de comer mucha carne), mi alergia al sinismo, mi hartazgo de la conveniencia ideológica.

Mis pensamientos, mis palabras nadan ahora en la bronca y la indignación, y sabemos que la ira tiene mala prensa en estos tiempos (salvo la que grita, aplaude, se viste de rosa y cuenta ganado y termina con un "boló").

¡Hay gente con hambre! Y es así desde los tiempos de oligarquía cómplice hasta la actualidad de piquetero fashion.

Se dan vuelta como un guante y lo tiran impunemente en la cara de aquellos que no entienden de retenciones por el ruido del estómago.

Están usando la moneda que tantas veces rechazaron en la vereda de enfrente.
Y yo, señores, no me permito concebir semejante ceguera selectiva.