miércoles, 6 de febrero de 2008

SABER QUE SABRÉ

Hay momentos en los que un frío me corre por la espalda. Creo que es la cercanía de no saber, el roce de la falta de certezas.
Busco desatar el manojo que me pone en peligro de amarre, aferrada a una visión de algo por descubrir.

Tengo que poder aterrizar cuando esté exhausta de flotar.
Porque no puedo ser siempre igual, porque hay muchas en mi, porque no puedo ser predecible. Mucho menos para mi.

El vuelo eterno del alma busca asidero en la realidad, quiere unir el propio mundo con el ajeno. Por eso aguardo en silencio y espero la palabra por venir.... Y confío en el tiempo, y dejo un ojo bien abierto mientras el otro me acompaña a soñar.

Siempre vuelvo a la escencia del mar. Una ola que nace, se eleva en contorsión y desciende para desarmarse. Se va porque conoce su destino de transformación.
Ausencia momentánea evidenciada en una estela. Es ahí donde algunos pueden dejar la marca de haber transitado por ella.

Pasa que no parece, pero tengo un pelo de viva y una boca en los pies.

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