Un dejá-vu me lleva a una furtiva entrada por la ventana de un quincho. No estoy sola. Se me engancha el vestido en una bicicleta y hacemos un ruido peligroso. No quiero ser descubierta porque tengo mucho por descubrir.
Nuestras risitas adolescentes aprietan el nudo de mi estómago y me hacen acordar lo que está por llegar. Ya no seré más una niña y eso, que antes me daba miedo, se esfumó para recibir un proyecto de mujer.
Es un amor puro, inocente. Nos miramos con el brillo de quienes no conocen la frustración, ya nos hemos regalado el uno al otro toda la confianza.
Después... todo. Todo lo que imaginé, y más. ¿Quién soy? ¿Por qué soy tan afortunada?...
No era tan malo al final... Mirame! soy feliz...
La torpeza, la complicidad y el renacimiento de esa noche se encadenan para unirnos a través de todos los tiempos.
El placer de coincidir, el vértigo de querer reincidir.
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