Desconocer lo próximo nos mantiene atentos, nos relaciona profundamente con lo que nos es más cercano. Un corazón, una mente, una piel, una huella.
Quizás lo real es lo impalpable; y lo arcano y recóndito pierde verosimilitud en su imposibilidad de ser mostrado.
Aquello que rehúye nos ata, nos impulsa a la búsqueda, nos mantiene vigentes. Es el camino del mortal; sin búsqueda no hay existencia.
El misterio es magia, angustia, sustancia, maña y travesura. Y hay que soportar la amargura de la incertidumbre para asomarnos al vértigo del descubrimiento.
La certeza de que no existe nada cierto. Es una cadena que libera.