El tiempo sabe por qué. Siempre sabe.
A veces el silencio es un recreo... Jugar a la rayuela, llegar hasta arriba.
Sumida en el cauce perfecto de un río inesperado, dulcemente autoritario, de simple imponencia, vuelvo tras infinitos sobrevuelos {chequeos para mi conciencia}.
Es mi esencia de marea marítima mareada; es mi comunión con la noche.
Las olas son mis hermanas y así revivo en variedad inestable; en la inconstancia de las cosas.
La inspiración no tiene rostro, no tiene cuerpo; no tiene tiempo, espacio ni exclusividad.
No es posible palparla con solo estirar un dedo. Es desproporcionada, sin definición.
La espera y la partida son hijuelas de su personificación. Es al tiempo un origen, un derrotero y un desenlace-principio.
Infinita. Incansable. Misteriosa. Divina.
Vuelve a nacer todo el tiempo. Y el tiempo sabe, igual que el mar.