viernes, 31 de mayo de 2013

QUERELLA


No siempre estoy viva. A veces me duermo.

Hoy soy un pantano.

Movediza.
Evitable.
Espesa.
Ensuciante.
Demandante.
Indiferente.
Sedienta.
Voraz.

Un tanto bella para los ojos de los asumidamente imperfectos.
Bastante repugnante para los que gustan de barrer bajo la alfombra.

Siento cosquillas en mi centro.
Es mi paciencia, trepando como una araña manca.
Mientras tanto, torpe y confundida, tejo en mi cabeza redes que vuelven vacías.

Pero no puedo dejar de buscar. Nunca. Siempre.

En los momentos en que nos toca ser tierra líquida, es difícil no volverse toda alud.

Mis ojos nublados ya no encuentran esos dedos que decifraban de memoria.
Mi lengua muda ya no puede decirle a tu boca aquellas plegarias de fuego.

A veces, hay que gemir y destilar hasta convertir el barro en agua.

Todo lo que muere es, en ese mismo instante, algo naciente.
Ya estuvimos nadando ahí en tiempos viejos.
Sabemos, silenciosamente, que lo sucio es el espejismo premonitorio de un nuevo ensayo de la verdad.



(La imagen es de un cuadro pintado por mi abuela, Alda Gargini, 84 años, artista plástica de Gral. Roca, Río Negro, Patagonia argentina)