martes, 23 de noviembre de 2010

PALABRAS AL VIENTO

Un millón de palabras resuenan en los oídos de una pelusa errante que recorre la ciudad. A ella la lleva el viento, no vive en ningún lado. Ella es, simplemente, por los designios del azar.

Se pasea escuchando los sonidos que tiran las personas, esas que parece que están para desperdiciar. Excusas, teorías determinantes, insultos, consuelos, consejos. Y a veces también silencios, esos que sirven mucho pero no ocupan nada de lugar.

La pelusa los atrapa en el aire con su red de fantasía y las guarda en su bolsa de futuras oraciones. Cree que si cayeran al suelo, así sin más, todos nadaríamos en un mar de ruidos sin sentido ni contexto.

Ese día, de suaves brisas, flotaba la pelusa sin buscar. Mientras lo hacía cazó al azar, al pasar por una ventana de esas grandes con balcón francés, una nueva definición de "libertad":

- "... sucede que yo no vivo cargando mis vértebras con el peso de ser quien soy..."

Sonrió al oír a esa muchacha, puso las palabras en su bolsa y voló más alto que nunca para continuar su vuelo... Otro día fructífero cargado de satisfacción.

Y mientras se elevaba y la ciudad se hacía más pequeña a sus pies, pensó: No es verdad que las palabras solo crean confusiones, hay algunas que merecerían caer a la tierra y regalar su luz a los dispuestos.

Y en los días subsiguientes siguió cazando. Excusas, teorías determinantes, gritos, consuelos, consejos. Y a veces también silencios, esos que sirven mucho pero no ocupan nada de lugar.

Pero desde el día de la ventana con balcón francés, su red de cazadora le hace un guiño y deja caer (no sin su entero consentimiento) ciertas frases para aliviar algún espíritu atrapado. Tan atrapado como estuvo el suyo alguna vez.

lunes, 22 de noviembre de 2010

DE PARTIDAS, REVUELTAS Y REAPARICIONES

Suelo estar aprendiendo a reconocer ese punto de inflexión entre el fastidio necesario y el malhumor deshilvanado.

Pasa cuando viene el soplido de su queja. Un lamento demandante que parece de antaño pero que reconozco como aquel que renace cada día en el despertar de su voz portadora.

Se acerca con soplidos pequeños pero poco sutiles. Una vez cada tanto. No todos los días. Como disimulando esa intencionalidad egocéntrica que en realidad la engendra.

Y me hace erguirme y pestañear rápido y así no tener que cerrar los ojos. Si lo hago no veré la llegada de su cachetada inexperta pero hábil. Pero si los abro entrará para rasparme su basura imperceptible. Sigo pestañeando.

Pasa y deja un pequeño rasguño que arde pero no mutila. Sin heridas profundas, solo rae la superficie para decir "Por acá pasé yo. No soporto que me olviden".

Y yo que ya olvidé, que no espero nada ni le adeudo favor alguno no puedo evitar el tedio que me provoca su incapacidad para la resignación. Representa en mi lejana memoria a la desilusión total, una página blanca con letras negras, una frustración curada, una enorme montaña de vicios ya sorteada.

Extrae un segundo lo peor de mi, me exprime ácida como estoy y cuando llego al punto de casi detestarla por completo caigo en la cuenta de que no tengo más que darle las gracias. Le tengo piedad y mis ojos se aclaran. Sucede que sin saberlo me despojó de todo lo defectuoso, me quitó la virósica ira y la puso afuera donde debe estar. Luego la absorvió ella y la asimiló en sus entrañas resentidas.

Ahora sus presuntuosos propósitos de ególatra le volvieron en deshechos de su propia esencia. Es un satélite que ronda las dichas ajenas sin poder robarles siquiera una imagen que le sirva para sus ansias desenfrenadas de envidia.

Lamentablemente nunca, nunca, nunca tendrá un espejo que le devuelva estas miradas inevitables. Los ha destruido todos en su misión incansable de desidia negadora.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

PIEDRA LIBRE

Creo que no preciso demasiada suspicacia para percibirte en tu nitidez.

Ni bien alguien te ofrece una miseria, una debilidad, una pelusa negra en la blancura, allí estás vos para devolver cínicamente tu hombro inexacto.

Determino, luego de observarte por un rato no muy extenso, que lo que te es entregado como muestra de confianza es para vos una munición más para tu trinchera. Resguardada por dentro de tus inseguridades, te apoyás en todo aquello que - aunque ínfimamente - te proyecta superior. ¡Y qué bien te calza en esos momentos tu overol de altruista y comprensiva!

Te veo rústica en lo áspero pero no en lo original.
Te veo dura para la aceptación pero no para la templanza.
Te veo transparente en lo imperceptible pero no en lo genuino.

Es evidente el estancamiento.

Y no espero que crezcas ni aunque te rieguen todos los días. Sucede, en tu caso, que el principal problema reside en tus raíces.

Tus ramificaciones son tan supuestas e inefectivas que una hormiga hace más sombra que cualquiera de tus insolentes palabras.