miércoles, 27 de octubre de 2010

LISONJAS Y OTRAS MENTIRAS

Veo caras de piedra que intentan gesticular tristeza, al tiempo que sus músculos lidian con el alivio y la alegría.
Oigo tonos compungidos que quieren emular la desdicha mientras sus cuerdas se enriedan para contener un grito de liberación.
Toco humedad de lágrimas propias y ajenas y entre tanto mi cabeza pone luz sobre una dura e insana verdad: la codicia no se repliega ni ante la contundencia de una muerte inesperada.

Viene el pavor y me da un cachetazo para ponerme ante la obscena pesadumbre de aquellos que traicionan su propia conciencia. Ella, en realidad, les demanda regocijo ante la súbita ausencia de sus antípodas y un corso de festejo les recorre las tripas. Mientras tanto, el envase pretende presumir de su desconsuelo, como una puta que simula disfrutar su condición sólo por una paga final que le resulta imposible de rechazar.

Es la negación por la negación misma, como si fuera un pase mágico que en sus mentes hace de lo innegable un mito incomprobable. La intolerancia les roba los argumentos, sus palabras se fagocitan en el sinsentido y el espejo se ennegrece para que no tengan que ver cada mañana su existencia de utilería.

Hay algunos que solo existen a través de sus opuestos y por eso el camino a su felicidad es la búsqueda constante de enemigos. Ahora, ya sin ese rival que le daba explicación al hecho de ser alguien en la vida, de a poco irán cayendo en la cuenta de cuánto necesitan una nueva identidad. Una de esas que cada tanto se compran para renacer convenientemente flotando hacia el encantador sonido de sus egoístas intereses.

Se oye el descorche de los civilmente ignorantes mientras viven suponiendo que el cielo nunca les devolverá el escupitajo. Todo lo que les deseo es el doble de sus expectativas... y un poco más de discernimiento al final del día.

martes, 5 de octubre de 2010

ADALIDES IMAGINARIOS

Gente atormentada, adormecida, malgastada. Ansiosos de libertad repudian la ajena. Todos iguales, paquetes de la misma máquina, autómatas de un sistema que alimenta sus cuentas y sus egos.

Con un desprecio total por aquél que pasa un poco cerca sienten peligrar el injustificable equilibrio heredado ancestralmente y pertenecen a una realidad estancada lejos en el tiempo a la que se someten por costumbre más que por razonamiento.

En la veleta de sus principios, que gira merced a repentinos soplos de conveniencia, sólo existe el norte, uno que se va reubicando al grito autoritario de las intenciones egoístas.

Una ausencia total de humildad los transforma en elementos maleables del sistema de turno porque allí donde haya un poquito de poder con que tentarlos podrán ser llevados con dos dedos de sus narices. Es que resulta siempre más fácil convencer a un avaro que a un idealista porque la libertad es un hábito adquirido además de un regalo del destino. Se trata de la libertad en el amor, de la libertad interior, de ese control sobre nosotros mismos que nos hace sentir livianos e invencibles. La sola búsqueda de su supuesta útopica existencia rompe las cadenas; es el medio que construye la torre centinela de nuestra fuerza.

Foto: Tomás Casares. http://www.flickr.com/photos/tomascasares2/sets/